lunes, 20 de junio de 2011

Sueño temido. Capítulo cuatro.

¡Hey, gente!, ¿qué pasa? ¡Lightwood y Andrea para ustedes! Inspiración nocturna xD
Se spone que le toca a nuestra cuarta escritora (ella ya se presentará, jajaja), pero nos ha pedido que adelantemos nosotras, porque ella estaba ocupada.
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A la salida, Jonathan seguía a mi lado. Estaba decidido a acompañarme a casa, cosa que yo quería evitar por todos los medios, pero el chico era muy cabezota y acabó ganando la "discusión". De camino a mi casa, yo estaba callada. Pero él no paraba de hablarme sobre su padre y sobre su nueva casa, que le gustaba mucho. A dos calles de mi casa, nos encontramos a mi abuela, lo que significaba que estaría sola hasta la noche, ya que se había ido a casa de su amiga Carmen.
Al llegar a casa, Jonathan parecía sorprendido.
-¿Qué te pasa?-le pregunté.
-¡Eres mi vecina!-dijo con gran emoción.
-Oh,... qué guay-contesté con desanimo.
-Esto es genial-dijo él, aún más entusiasmado-. Tendré a mi amiga al lado y la podré ver siempre que quiera.
¿Lo había escuchado bien? ¿Jonathan, a quien apenas conocía de hacia unas horas, me había llamado "amiga"? No entendía nada. Apresurada, me despedí y entré en casa: no quería pasar más tiempo con él. Me preparé espaguetis, puesto que mi abuela no había dejado nada. En cuanto terminé de comer, me di una ducha y me puse a hacer los deberes. Cuando terminé los deberes de matemáticas, sonó el timbre de la puerta. Para mi mala suerte, era Jonathan. Me pidió que le enseñara un poco el pueblo. Le dije que no podía, puesto que debía terminar los deberes de castellano e inglés. Y el inglés no se me daba demasiado bien, por lo que me tenía que esforzar más que en las otras asignaturas. El listillo se ofreció a ayudarme con el inglés, ya que su padre era de Inglaterra y, de pequeño, vivió en Londres hasta los siete años. Después se mudó a Madrid, España.
Accedí a que me ayudase, solo porque tenía que aprobar el curso. Pero sabía que no era buena idea pasar tanto tiempo con él. Estuvimos de seis a ocho y media haciendo los deberes de inglés y castellano, pues con inglés estuvimos más de una hora.
-Hemos terminado-suspiró él-. ¿Vamos a dar ahora esa vuelta? Te invito a un helado.
Dudé. No era bueno pasar tanto tiempo con él. Temía hacerle daño, era buen chico.
-Es que... es muy tarde y a mi abuela no le gustaría que saliese-le dije, buscando cualquier excusa-, además, mañana hay clase.
Jonathan hizo una mueca, decepcionado.
-Es verdad... Pero otro día no te salvas: yo quiero mi helado-replicó con una sonrisa arrebatadora.
Tenía una cara adorable de niño pequeño, a la cual no me pude resistir. Por lo que acabé accediendo, pero sabía que estaba mal.
Jonathan decidió quedarse a ver una película conmigo. Nos vimos "el ABC del amor"; llevaba tiempo deseando ver esa película. El niño era encantador.
Antes de terminar la película, me quedé dormida. Mi abuela llegó a las diez y cuarto, y le pidió a Jonathan que me llevase a mi habitación.

A la mañana siguiente, al salir de casa, me llevé la sorpresa de ver a Jonathan esperándome en la puerta. Justamente, no quería verle, no después del sueño que tuve...
Iba con un vestido azul, mi color favorito, y entraba en una casa de madera, en la playa. Era mayor y Jonathan se encontraba a mi lado. Empezó a aparecer muchísima gente a nuestro alrededor y todos aplaudían  No entendía muy bien por qué lo hacían. De repente, desde la playa, nos llamó un primo de Jonathan. Supe que era de su familia enseguida, pues se parecían un montón. Jonathan corrió hacia él y, después, me llamó a mí. Yo caminé tranquilamente hacia él; cuando llegué a su lado, me abrazó muy, muy fuerte y me besó... en la boca. Nunca había sentido nada así. Era un sentimiento realmente relajante. Justo en aquel momento, me había despertado la alarma de mi móvil.
-Buenos días, Tamy-me saludó Jonathan con una sonrisa.
-Hola-murmuré, tapándome la cara con el pelo para que no pudiese ver que me había ruborizado.
Durante el camino al instituto, Jonathan no paró de hablarme. Pero yo no le escuchaba, era incapaz de olvidarme del sueño. No era de aquellos sueños nítidos, que sabía que se harían realidad al día siguiente. Era una especie de sueño nuevo.
Cuando llegamos al instituto, la gente se quedó mirándonos. Era raro verme con alguien, pero era él quien no se despegaba de mí, ¿qué más le podía hacer?
A primera hora, teníamos inglés. Jonathan se sentó a mi lado, y se lo agradecí bastante, puesto que no era capaz de seguir a la profesora. Después de esto, nos tocó plástica y educación física, en las cuales no hicimos nada porque los profesores no habían venido.
En el patio, unos chicos se acercaron para conocer a Jonathan, pero él no me quiso dejar sola, por lo que rechazó su invitación a un partido de fútbol. Insistí en que fuese con ellos, pero el chico no quería hacerme caso.
Al terminar las clases, todo el mundo estaba muy feliz: ¡por fin empezaba el fin de semana! Para mí, era otro día normal y corriente. Jonathan se vino conmigo a casa e insistió en quedarse a comer. Mi abuela, tan encantadora como era, le dejo quedarse. En aquellos momentos, la odiaba. Hizo un pescado delicioso; se notaba que había invitados en casa. Al terminar, mi abuela se volvió a ir a casa de su amiga Carmen. Antes de marcharse, nos dijo que fuesemos buenos, como si se tratase de niños de cinco años. Cuando se fue, yo me puse a hacer los deberes y Jonathan se puso a ver la tele. Primero me puse a hacer los de inglés, porque eran los que más tardo en hacer. Pero, con la ayuda de Jonathan, fui bastante rápida. Él dijo que los haría el domingo. Después de terminar los deberes, quería leer un rato, pero con Jonathan en mi casa no podía. El chico se veía C.S.I Miami en la tele. En cuanto acabó el episodio, me miró con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo con voz de niño pequeño:
-¡Vamos a por un helado!

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