viernes, 2 de diciembre de 2011

Sueño Temido. Informamos, de nuevo...

Hola a todos.
Las escritoras de los mundos de Yupi y gLambert regresarán pronto :)
Lamento informar que, al parecer, nuestra cuarta escritora se ha desapuntado del blog. Pero no importa mientras nos siga apoyando como lo hace <3
Lo más probable es que tenga que hablar con mis escritoras, pero A. Lightwood siempre dispuesta a ustedes.
Espero que entiendan, también, que estamos ocupadas con exámenes, deberes, trabajos, yo además tengo otros escritos que no puedo dejar a un lado... Así que se les agradecerá su paciencia y comprensión. Esperamos que comenten, porque como escritoras nos interesa su opinión, para poder sentir vuestro apoyo y conseguir inspirarnos de los comentarios más alentadores.
Muchas gracias.
Desde su teclado, A. Lightwood.

lunes, 4 de julio de 2011

Sueño temido. Informamos...

Hola a todos. Siento mucho la tardanza con el siguiente capítulo, pero les pedimos paciencia. Somos artistas que ahora mismo no tienen la cabeza llena de ideas y, además, tenemos mucho trabajo. El capítulo 6 estará escrito por la última de nuestras escritoras. Por favor, sigan atentos al blog, prometemos subir lo antes posible - aunque no sepamos cuándo va a ser eso - para ustedes. Les agradecemos de todo corazón que nos sigan y esperamos que continuen leyendonos. Por favor, comentenen en los capítulos - cuando los subamos - porque queremos saber su humilde pero no menos importante opinión.
Sentimos la molestias.
Desde su ordenador para ustedes,
A. Lightwood.

miércoles, 22 de junio de 2011

Sueño temido. Capítulo cinco.

Hey, ¿qué tal? Pues aquí Anitta al teclado. Le debería de tocar a otra, pero bueno... ya se presentará jajaja. Bueno, la historia.
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Fuimos a por el helado, la heladería estaba en el final de mi calle, así que no tardamos mucho. Yo me pedí mi helado de vainilla, él de menta con chocolate.
-¿Por qué no te lo compras de vainilla?-pregunté intrigada.
-Porque no me gusta la vainilla, la odio-respondió con cara de asco.
-Pero, ¡si está buenisima!-exclamé.
-Bueno, a lo mejor a ti te gusta, pero a mi no. Prefiero la menta con chocolate-comentó él.
-Menta con chocolate...nunca lo había probado-aclaré.
-¿Quieres probarlo?
-No... no hace falta...-dije ruborizada.
-Venga si, pruebalo.
-No...no quiero. 
-Que sí venga.
Me cogió la cuchara y me untó un poco de helado en ella, impidiendo que me pueda comer el mío en paz. Estaba rico, era delicioso, no estaba mal, me gustaba.
-¿Te gusta?-preguntó.
-Sí, está rico-contesté yo con la cabeza agachada para que no me viese ruborizada.
Después de ir a por aquel helado, fuimos a dar una vuelta por la ciudad para mostrársela. Yo la tengo muy vista, pero él a cada cosa que veía se ilusionaba y parecía un niño pequeño en un parque de atracciones. Debido a que el pueblo es pequeño no tardamos mucho en recorrerlo. En cuanto acabamos yo me quise ir a casa, pero no me dejaba irme. Decía que aún no le había enseñado todo. También, decía que me faltaban rincones por ver, pero yo no entendía que rincones me podía faltar. Yo tampoco es que me conozca toda la ciudad, debido a que casi nunca salgo de casa por no conocer a gente para no hacerles daño.
Cuando por fin le convencí para podernos ir a casa, él me empezó a hablar de los estudios pasados, pero yo no le hacía caso. Cuando miré el reloj, eran las 22:05 así que me tuve que despedir. Entré en casa y estaba mi abuela mirando la tele. Le saludé y me preguntó que dónde estaba, normalmente suelo estar en casa, yo le respondí que fui a dar una vuelta con Jonathan y ella asintió. De repente, me cambió de tema, me empezó a hablar de la cena. Se ve que tenía la cena en la nevera y solamente tenía que calentarla. Cogí la cena de la nevera, le quité el plástico que contenía y la metí en el microondas. Cuando acabé de cenar, fui a mi habitación a ver un poco la tele y me quedé dormida.

El lunes por la mañana, cuando me desperté, estaba sudando y temblando. No entendía que me pasaba, pero supongo que era por el sueño que tuve. Era bastante extraño, estabamos Jonathan y yo sentados en el puerto, cogidos de la mano y viendo el atardecer. Recuerdo que en un momento, él me rodeó con el brazo, se acercó a mi y me susurró al oído algo muy bonito. No recuerdo muy bien lo que dijo, pero se que era algo muy bonito, porque recuerdo que sonreía con cara de enamorada y me ruborizaba. Lo más extraño de ese sueño, era que yo le seguía el rollo o por lo menos eso parecía. Si no recuerdo mal, hubo un momento que me cogió el pelo, me lo apartó de la cara, me cogió la mano y me besó. Fue un beso precioso. Parecía real. Fue muy bonito. Pero...no debo de pensar en eso. Si no quiero hacerle daño, me debería olvidar de él, pero no es muy fácil, debido a que lo tengo casi siempre a mi lado. Pero, una parte de mi subsconciente dice que es mono y otra parte, dice que me aleje de él. No se a quién seguir. Si a la que dice que me aleje de él o la que dice que le siga conociendo. Es un lío. No me gusta estar así. Es un sentimiento...raro y confuso.

Cuando salí de casa, allí estaba él, esperándome como de costumbre. Cuando me vio, se alzó y me sonrió. Su sonrisa era una sonrisa bastante bonita, perfecta y sincera. Creo que se alegraba de verme, pero no lo pude saber muy bien. No quería mirarle a la cara por lo que sucedió en el sueño, así que no sabía ni qué decía, ni como se sentía. Estuve todo el día despistada. No podía dejar de pensar en ese sueño. Era un sueño tan irreal pero que parecía verdad. Era bastante confuso. Durante las clases, no dejaba de mirar el cuaderno. Solo tenía esa opción. Mirar el cuaderno y que nadie supiera que estaba pensando en cualquier otra cosa o alzar la mirada, que me viese Jonathan y que me preguntase por qué sonrío así. Si me lo preguntase, no sabría que decirle, no le puedo decir lo de los sueños, me tomaría por loca. Tampoco le puedo decir que he soñado con él, se pensaría que estoy obsesionada o algo por el estilo. Pero, de cualquier manera, decidí mirar todo el rato el cuaderno, prefería mirar eso a que me hicieran un interrogatorio.
Cuando acabaron las clases, Jonathan y yo fuimos juntos a casa, como siempre. Por el camino, ninguno de los dos quería hablar. Yo no quería hablar porque sabía que iba a decir una burrada. Y él, no sé porqué no hablaba, pero supongo que era porque como siempre habla él solo y yo no opino nada. Cuando llegamos, él abrió la puerta de su casa y vio que no estaba su padre. Jonathan no quería comer solo, así que me pidió que me quedase a comer. Yo me negué, quería volver enseguida a mi casa, estaba cansada y, además, quería poder estar tranquila un rato, ya que no paraba de pensar en aquel sueño. Pero él no dejaba de insistir y yo de negarme. Al final, él se quedó a mi casa a comer. No podía hacer nada, le invitó mi abuela, ya que nos la encontramos porque veía que tardaba mucho y salió un momento a ver si me veía llegar.

lunes, 20 de junio de 2011

Sueño temido. Capítulo cuatro.

¡Hey, gente!, ¿qué pasa? ¡Lightwood y Andrea para ustedes! Inspiración nocturna xD
Se spone que le toca a nuestra cuarta escritora (ella ya se presentará, jajaja), pero nos ha pedido que adelantemos nosotras, porque ella estaba ocupada.
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A la salida, Jonathan seguía a mi lado. Estaba decidido a acompañarme a casa, cosa que yo quería evitar por todos los medios, pero el chico era muy cabezota y acabó ganando la "discusión". De camino a mi casa, yo estaba callada. Pero él no paraba de hablarme sobre su padre y sobre su nueva casa, que le gustaba mucho. A dos calles de mi casa, nos encontramos a mi abuela, lo que significaba que estaría sola hasta la noche, ya que se había ido a casa de su amiga Carmen.
Al llegar a casa, Jonathan parecía sorprendido.
-¿Qué te pasa?-le pregunté.
-¡Eres mi vecina!-dijo con gran emoción.
-Oh,... qué guay-contesté con desanimo.
-Esto es genial-dijo él, aún más entusiasmado-. Tendré a mi amiga al lado y la podré ver siempre que quiera.
¿Lo había escuchado bien? ¿Jonathan, a quien apenas conocía de hacia unas horas, me había llamado "amiga"? No entendía nada. Apresurada, me despedí y entré en casa: no quería pasar más tiempo con él. Me preparé espaguetis, puesto que mi abuela no había dejado nada. En cuanto terminé de comer, me di una ducha y me puse a hacer los deberes. Cuando terminé los deberes de matemáticas, sonó el timbre de la puerta. Para mi mala suerte, era Jonathan. Me pidió que le enseñara un poco el pueblo. Le dije que no podía, puesto que debía terminar los deberes de castellano e inglés. Y el inglés no se me daba demasiado bien, por lo que me tenía que esforzar más que en las otras asignaturas. El listillo se ofreció a ayudarme con el inglés, ya que su padre era de Inglaterra y, de pequeño, vivió en Londres hasta los siete años. Después se mudó a Madrid, España.
Accedí a que me ayudase, solo porque tenía que aprobar el curso. Pero sabía que no era buena idea pasar tanto tiempo con él. Estuvimos de seis a ocho y media haciendo los deberes de inglés y castellano, pues con inglés estuvimos más de una hora.
-Hemos terminado-suspiró él-. ¿Vamos a dar ahora esa vuelta? Te invito a un helado.
Dudé. No era bueno pasar tanto tiempo con él. Temía hacerle daño, era buen chico.
-Es que... es muy tarde y a mi abuela no le gustaría que saliese-le dije, buscando cualquier excusa-, además, mañana hay clase.
Jonathan hizo una mueca, decepcionado.
-Es verdad... Pero otro día no te salvas: yo quiero mi helado-replicó con una sonrisa arrebatadora.
Tenía una cara adorable de niño pequeño, a la cual no me pude resistir. Por lo que acabé accediendo, pero sabía que estaba mal.
Jonathan decidió quedarse a ver una película conmigo. Nos vimos "el ABC del amor"; llevaba tiempo deseando ver esa película. El niño era encantador.
Antes de terminar la película, me quedé dormida. Mi abuela llegó a las diez y cuarto, y le pidió a Jonathan que me llevase a mi habitación.

A la mañana siguiente, al salir de casa, me llevé la sorpresa de ver a Jonathan esperándome en la puerta. Justamente, no quería verle, no después del sueño que tuve...
Iba con un vestido azul, mi color favorito, y entraba en una casa de madera, en la playa. Era mayor y Jonathan se encontraba a mi lado. Empezó a aparecer muchísima gente a nuestro alrededor y todos aplaudían  No entendía muy bien por qué lo hacían. De repente, desde la playa, nos llamó un primo de Jonathan. Supe que era de su familia enseguida, pues se parecían un montón. Jonathan corrió hacia él y, después, me llamó a mí. Yo caminé tranquilamente hacia él; cuando llegué a su lado, me abrazó muy, muy fuerte y me besó... en la boca. Nunca había sentido nada así. Era un sentimiento realmente relajante. Justo en aquel momento, me había despertado la alarma de mi móvil.
-Buenos días, Tamy-me saludó Jonathan con una sonrisa.
-Hola-murmuré, tapándome la cara con el pelo para que no pudiese ver que me había ruborizado.
Durante el camino al instituto, Jonathan no paró de hablarme. Pero yo no le escuchaba, era incapaz de olvidarme del sueño. No era de aquellos sueños nítidos, que sabía que se harían realidad al día siguiente. Era una especie de sueño nuevo.
Cuando llegamos al instituto, la gente se quedó mirándonos. Era raro verme con alguien, pero era él quien no se despegaba de mí, ¿qué más le podía hacer?
A primera hora, teníamos inglés. Jonathan se sentó a mi lado, y se lo agradecí bastante, puesto que no era capaz de seguir a la profesora. Después de esto, nos tocó plástica y educación física, en las cuales no hicimos nada porque los profesores no habían venido.
En el patio, unos chicos se acercaron para conocer a Jonathan, pero él no me quiso dejar sola, por lo que rechazó su invitación a un partido de fútbol. Insistí en que fuese con ellos, pero el chico no quería hacerme caso.
Al terminar las clases, todo el mundo estaba muy feliz: ¡por fin empezaba el fin de semana! Para mí, era otro día normal y corriente. Jonathan se vino conmigo a casa e insistió en quedarse a comer. Mi abuela, tan encantadora como era, le dejo quedarse. En aquellos momentos, la odiaba. Hizo un pescado delicioso; se notaba que había invitados en casa. Al terminar, mi abuela se volvió a ir a casa de su amiga Carmen. Antes de marcharse, nos dijo que fuesemos buenos, como si se tratase de niños de cinco años. Cuando se fue, yo me puse a hacer los deberes y Jonathan se puso a ver la tele. Primero me puse a hacer los de inglés, porque eran los que más tardo en hacer. Pero, con la ayuda de Jonathan, fui bastante rápida. Él dijo que los haría el domingo. Después de terminar los deberes, quería leer un rato, pero con Jonathan en mi casa no podía. El chico se veía C.S.I Miami en la tele. En cuanto acabó el episodio, me miró con una sonrisa de oreja a oreja y me dijo con voz de niño pequeño:
-¡Vamos a por un helado!

Sueño temido. Capítulo tres.

Bueno pues yo soy Anita y aquí dejo mi historia.
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Nos dirigimos a la cafetería. Él me invitó a una tostada de queso deliciosa y un zumo de naranja natural muy jugoso. Mientras desayunábamos, estábamos hablando, bueno, técnicamente solo hablaba él. Yo no quería mirarle a la cara, para no poderle hacer nunca daño. Mientras comía, él me estaba explicando el porqué se vino a este instituto. Es una larga historia, decía él, pero aún así contó.
-Hace unos meses, a mi madre le diagnosticaron una mancha en el pecho un poco tarde. A los pocos meses murió y yo me tuve que mudar aquí con mi padre. Este era el único instituto que está cerca de casa de mi padre y el más barato.
-Ah...lo siento por lo de tu madre, la mía murió cuando yo tenía seis años y tuve que irme a vivir con mi abuela, pero dejemos el tema, no me gusta hablar de eso...
-De acuerdo, yo también lo siento por lo de tu madre. ¿Y tú aquí no tienes ningun amigo?
-No.
-¿Porqué?
-Pues porque no le quiero hacer daño a nadie.
-Pero... ¿cómo vas a hacerle a alguien daño, con lo buena persona que pareces?
-Si te lo dijera me dejarías de hablar y me tomarías por loca.
-¿Dejar de hablarte? Lo dudo muchísimo. Venga, cuéntamelo.
-No.
Sonó el timbre, tocaba castellano, así que cogí a Jonathan del brazo y fuimos corriendo a clase.
Cuando llegamos al pasillo de clase, todo el mundo me estaba mirando, supongo que era porque como siempre estaba sola y ahora estaba acompañada y además por un chico, pues no me conseguían quitar la vista de encima. Cuando vino la profesora, se quedó mirándonos a los dos y me preguntó quién era. Yo le respondí que era un alumno nuevo y que se llamaba Jonathan. La profesora de castellano, se llamaba Paula, era muy simpática y me encantaba como hacía las clases. Las hacía divertidas y entretenidas, no como otras que solo hablan y hablan de cosas sin importancia.
En cuanto entramos a clase, yo me senté en mi sitio, atrás del todo, sola, como de costumbre. Jonathan al no tener sitio y no saber con quién sentarse se sentó conmigo. Durante la hora de castellano estuve muy dispersa. No sabía que hacer con Jonathan. Me decía a mí misma: "Si le hablo, a lo mejor le puedo hacer daño, pero esta puede ser la única oportunidad de poder tener un amigo". Estaba echa un lío, no sabía que hacer. Él de vez en cuando me miraba y yo bajaba la cabeza para no pensar en él, pero era difícil.
-Haced los ejercicios tres y cuatro de esta página de deberes-dijo Paula, la profesora.
-¿Qué ejercicios hay que hacer, Tamy?-preguntó Jonathan.
-El tres y cuatro, Jonathan.
-Vale, gracias. Oye, puedes llamarme Jonny si prefieres.
-Vale.
Tamy, que raro, hacía años que nadie me llamaba así. Tamy es como me llamaba mi madre antes de morir. Se me hace raro de que me llame así, pero me gusta. Acabó la hora de castellano y tocaba patio. Yo, como siempre, estaba en la biblioteca, ya que pensaba, ¿para qué voy a salir? No quería parecer más marginada aún, así que nunca salía de allí. Jonny no sabía con quien ir, ya que él aún no tenía amigos, solamente me tenía a mí, así que se vino conmigo.
En la hora del patio me estuvo contando anécdotas suyas de este verano, pero yo no le hacía mucho caso. Yo estaba en mi mundo, recordándo como era mi madre, o intentándolo. Ha pasado ya tanto tiempo, que apenas me recuerdo de como era, se que era muy cariñosa y una maravillosa persona.

Sueño temido. Capítulo dos.

hola, bueno, yo soy Andrea y pues soy una de las 4 escritoras.
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Al terminar las clases, el profesor de biología me pidió el favor de que le enseñase el instituto, puesto que no era pequeño, era bastante grande, muchas veces para ir de una clase a otra de tocaba recorrer el instituto de punta a punta. Estaba decidida a quejarme, pero el profesor vio mis intenciones y me dijo enseguida que lo hiciera que podia faltar a la siguiente clase, no me quedó otra que hacerlo, ademas, faltar a sociales no me importaba la verdad, odiaba a la profesora, y Jonathan era una buena excusa para faltar, lo malo es que no queria pasar demasado tiempo con él, ni con él ni con nadie. Sería una larga, muy larga hora. Salimos al aula y le pregunte que por donde quería empezar, me respondió que por el baño y se sonrojo, que mono estaba. ¡NOO! ¡Tamara, no pienses en eso, no puedes pensar en él, en ningún momento! Es por su bien, en cuanto salió, me dijo:
-Ahora muchísimo mejor, ¿qué te parece si vamos al último piso y vamos bajando?-me dijo muy emocionado.
No entendía su emoción, ni quería entenderla, bueno, sí pero a la vez no. Después de enseñarle el instituto, me invito a tomar algo a la cafetería, al principio me negué, pero acabe accediendo, no sé por qué, no debería acercarme a él. Creo que accedí porque como es nuevo aún no tenia amigos, y solo me conocía a mi y ademas ahora todos estarían en clase y no pasaría nada por tomarme una tostada con él, y mi estomago lo pedía a gritos.

sábado, 18 de junio de 2011

Sueño temido. Capítulo uno.

¡Hola!, somos 4 chicas con mucha creatividad golpeando en nuestra cabeza, pugnando por salir. Y nosotras, con facilidad para las palabras escritas, hemos decidido escribir una historia las cuatro juntas. Yo, Lightwood, seré la primera en subir. Aunque no sé quien es la siguiente en subir.
Esta historia está titulada "Sueño temido".
Aquí os dejo ya el primer capítulo; ojala os guste tanto leerlos como a nosotras escribirlos.
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Nunca le había buscado ningún sentido a lo que me pasaba, tal vez porque sabía que no podía explicación alguna para aquello.
Desde pequeña me había pasado, y nunca se lo había comentado a nadie. Solo una vez, a mi madre, pero ella no quiso creerme...
Tenía solo seis años y me levanté de la cama, respirando agitadamente. Acababa de soñar algo muy raro. Y no era la primera vez que soñaba algo así.
-Mamá, mamá-la llamé mientras salía de la habitación.
Mi madre estaba viendo la televisión, a pesar de que era muy tarde. Se giró, me sonrió con aquella sonrisa tal cálida que solo tienen las madres y me preguntó por qué no estaba en la cama.
-Mamá, he soñado que no te volvía a ver y que me tenía que ir a vivir con la abuela-le expliqué, sentandome en su regazo.
Ella me acarizió el pelo, me besó las mejillas y me dijo que no pasaría nada, que ella iba a estar a mi lado muhco tiempo. Veinticuatro horas exactas después de haberme despertado y haberle contado el sueño, mi madre murió en un accidente de coche. Y me tuve que ir a vivir con mi abuela.

Años después, sigo con miedo a dormir algo que se pueda hacer real. Los sueños que sé que van a acabar siendo reales cuando son demasiado reales, más nítidos que la misma realidad. Es raro, lo sé, y lo tengo asumido. A mis 14 años, mi vida social era inexistente, me pasaba las tardes estudiando o ayudando a mi abuela, y leyendo mil y un libros.
Aquella tarde, del día 23 de septiembre, yo entraba a clase, con la capucha puesta y la cabeza agachada. Me senté en mi sitio, al fondo de la clase, sola en una mesa. Me quité la capucha, sin querer que el profesor me llamase la atención por aquello. El profesor entró en clase, dejando sus libros de biología en la mesa. Nos miró a todos, con aquella cara que parecía que acababa de morder un limón.
-Bueno, chicos, hoy comenzaremos repasando...
El profesor hojeó su libro, buscando la lección que habíamos dado el día anterior. Pero justo tocaron a la puerta. La secretaria entró, seguida por un chico alto y guapo. El color negro y oscuro de su pelo contrastaba notablemente con sus ojos azules, de un color tan claro que era como mirar un cálido mar de hielo. La secretaria le dio un papel al profesor y se marchó. El profesor miró la hoja, miró al chico y volvió a mirar el papel.
-Jonathan-dijo pensativo, sin levantar la vista del papel-. Bien, bien, puedes sentarte donde quieras.
Había tres asientos vacíos en la clase, uno de ellos a mi lado. Pero nunca pensé que el chico haría lo que hizo: se sentó a mi lado.
-Hola, soy Jonathan-me saludó.
Le saludé con un movimiento de cabeza.
-Me llamo Tamara-le dije, sin mirarle directamente a los ojos.
No quería recordar su cara, no debía acercarme a él. No quería perjudicar a nadie, y menos a un chico que parecía tan encantador.