miércoles, 22 de junio de 2011

Sueño temido. Capítulo cinco.

Hey, ¿qué tal? Pues aquí Anitta al teclado. Le debería de tocar a otra, pero bueno... ya se presentará jajaja. Bueno, la historia.
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Fuimos a por el helado, la heladería estaba en el final de mi calle, así que no tardamos mucho. Yo me pedí mi helado de vainilla, él de menta con chocolate.
-¿Por qué no te lo compras de vainilla?-pregunté intrigada.
-Porque no me gusta la vainilla, la odio-respondió con cara de asco.
-Pero, ¡si está buenisima!-exclamé.
-Bueno, a lo mejor a ti te gusta, pero a mi no. Prefiero la menta con chocolate-comentó él.
-Menta con chocolate...nunca lo había probado-aclaré.
-¿Quieres probarlo?
-No... no hace falta...-dije ruborizada.
-Venga si, pruebalo.
-No...no quiero. 
-Que sí venga.
Me cogió la cuchara y me untó un poco de helado en ella, impidiendo que me pueda comer el mío en paz. Estaba rico, era delicioso, no estaba mal, me gustaba.
-¿Te gusta?-preguntó.
-Sí, está rico-contesté yo con la cabeza agachada para que no me viese ruborizada.
Después de ir a por aquel helado, fuimos a dar una vuelta por la ciudad para mostrársela. Yo la tengo muy vista, pero él a cada cosa que veía se ilusionaba y parecía un niño pequeño en un parque de atracciones. Debido a que el pueblo es pequeño no tardamos mucho en recorrerlo. En cuanto acabamos yo me quise ir a casa, pero no me dejaba irme. Decía que aún no le había enseñado todo. También, decía que me faltaban rincones por ver, pero yo no entendía que rincones me podía faltar. Yo tampoco es que me conozca toda la ciudad, debido a que casi nunca salgo de casa por no conocer a gente para no hacerles daño.
Cuando por fin le convencí para podernos ir a casa, él me empezó a hablar de los estudios pasados, pero yo no le hacía caso. Cuando miré el reloj, eran las 22:05 así que me tuve que despedir. Entré en casa y estaba mi abuela mirando la tele. Le saludé y me preguntó que dónde estaba, normalmente suelo estar en casa, yo le respondí que fui a dar una vuelta con Jonathan y ella asintió. De repente, me cambió de tema, me empezó a hablar de la cena. Se ve que tenía la cena en la nevera y solamente tenía que calentarla. Cogí la cena de la nevera, le quité el plástico que contenía y la metí en el microondas. Cuando acabé de cenar, fui a mi habitación a ver un poco la tele y me quedé dormida.

El lunes por la mañana, cuando me desperté, estaba sudando y temblando. No entendía que me pasaba, pero supongo que era por el sueño que tuve. Era bastante extraño, estabamos Jonathan y yo sentados en el puerto, cogidos de la mano y viendo el atardecer. Recuerdo que en un momento, él me rodeó con el brazo, se acercó a mi y me susurró al oído algo muy bonito. No recuerdo muy bien lo que dijo, pero se que era algo muy bonito, porque recuerdo que sonreía con cara de enamorada y me ruborizaba. Lo más extraño de ese sueño, era que yo le seguía el rollo o por lo menos eso parecía. Si no recuerdo mal, hubo un momento que me cogió el pelo, me lo apartó de la cara, me cogió la mano y me besó. Fue un beso precioso. Parecía real. Fue muy bonito. Pero...no debo de pensar en eso. Si no quiero hacerle daño, me debería olvidar de él, pero no es muy fácil, debido a que lo tengo casi siempre a mi lado. Pero, una parte de mi subsconciente dice que es mono y otra parte, dice que me aleje de él. No se a quién seguir. Si a la que dice que me aleje de él o la que dice que le siga conociendo. Es un lío. No me gusta estar así. Es un sentimiento...raro y confuso.

Cuando salí de casa, allí estaba él, esperándome como de costumbre. Cuando me vio, se alzó y me sonrió. Su sonrisa era una sonrisa bastante bonita, perfecta y sincera. Creo que se alegraba de verme, pero no lo pude saber muy bien. No quería mirarle a la cara por lo que sucedió en el sueño, así que no sabía ni qué decía, ni como se sentía. Estuve todo el día despistada. No podía dejar de pensar en ese sueño. Era un sueño tan irreal pero que parecía verdad. Era bastante confuso. Durante las clases, no dejaba de mirar el cuaderno. Solo tenía esa opción. Mirar el cuaderno y que nadie supiera que estaba pensando en cualquier otra cosa o alzar la mirada, que me viese Jonathan y que me preguntase por qué sonrío así. Si me lo preguntase, no sabría que decirle, no le puedo decir lo de los sueños, me tomaría por loca. Tampoco le puedo decir que he soñado con él, se pensaría que estoy obsesionada o algo por el estilo. Pero, de cualquier manera, decidí mirar todo el rato el cuaderno, prefería mirar eso a que me hicieran un interrogatorio.
Cuando acabaron las clases, Jonathan y yo fuimos juntos a casa, como siempre. Por el camino, ninguno de los dos quería hablar. Yo no quería hablar porque sabía que iba a decir una burrada. Y él, no sé porqué no hablaba, pero supongo que era porque como siempre habla él solo y yo no opino nada. Cuando llegamos, él abrió la puerta de su casa y vio que no estaba su padre. Jonathan no quería comer solo, así que me pidió que me quedase a comer. Yo me negué, quería volver enseguida a mi casa, estaba cansada y, además, quería poder estar tranquila un rato, ya que no paraba de pensar en aquel sueño. Pero él no dejaba de insistir y yo de negarme. Al final, él se quedó a mi casa a comer. No podía hacer nada, le invitó mi abuela, ya que nos la encontramos porque veía que tardaba mucho y salió un momento a ver si me veía llegar.

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